La amistad según Aristóteles

Lo que el griego escribió hace miles de años resuena hoy con mucha fuerza y es importante lectura para re-definir el elusivo concepto de “amistad” que con el tiempo se ha ido enajenando de su significado.  

En el paisaje social que nos toca vivir en este momento, en que se llama “amistades” a un cúmulo de personas que frecuentamos en redes sociales y plataformas virtuales, es importante considerar lo que el concepto “amistad” realmente conlleva. La manera en que la amistad resalta el bienestar no tienen nada que ver con la cantidad y todo que ver con la calidad. Ya Francis Bacon la describió como “el alivio y la descarga de inflamaciones y saturaciones del corazón” y Henry David Thoreau como “una de las grandes recompensas de la vida”, y es sabido que ninguno de ellos tuvo más de siete u ocho amigos en su vida. “Lo bueno de los tiempos difíciles”, dice el dicho popular, “es que ahuyenta a las falsas amistades”. Pero quizá valga la pena remontarse a lo que dijo, primero que nadie, Aristóteles.



Esto es lo que explora el profesor de filosofía de CUNY, Massimo Pigliucci, en Answers for Aristotle: How Science and Philosophy Can Lead Us to a More Meaningful Life [Respuestas para Aristóteles: cómo la ciencia y la filosofía pueden llevarnos a una vida más significativa]. Primero que nada nos recuerda que Aristóteles reconocía tres tipos de amor –agape, eros y philia—los cuales sobrevivieron como un profundo modelo para iluminar la naturaleza de las relaciones. Pigliucci describe la taxonomía:
Agape es un tipo de amor vasto, el tipo que personas religiosas sienten que Dios tiene por nosotros, o que una persona secular podría tener por la humanidad entera. Eros, naturalmente, tiene más que ver con el amor que tenemos por parejas sexuales, aunque los griegos lo consideraban de manera más amplia que nosotros. Philia es el tipo de amor que nos concierne aquí porque incluye la clase de sentimientos que tenemos por amigos, familia e incluso compañeros de trabajo.
Por un genuino amor a las listas y a las taxonomías, subsecuentemente Aristóteles clasifica las amistades en tres categorías distintas: de placer, de utilidad y de virtud.
En la amistad de placer, tú y otra persona son amigos por el placer directo que su amistad brinda; por ejemplo, te gustan y te haces amigo de personas que son buenos conversadores, o con quien puedes ir a conciertos, etcétera. Las amistades de utilidad son aquellas en las que tú obtienes un beneficio tangible, ya sea económico o político, de la relación. La explotación de otras personas no esta necesariamente implicado por la idea de amistades de utilidad: primero porque la ventaja puede ser recíproca, y segundo porque una relación laboral o política no excluye tener sentimientos genuinos o afecto el uno por el otro. Para Aristóteles, no obstante, la más alta clase de amor era uno de virtud: tú eres amigo de alguien por el tipo de persona que es, es decir, por sus virtudes (entendiendo las éticas de la virtud en el antiguo sentido griego, y no en el estrecho sentido moderno, derivado en gran medida de la cristiandad).

Todo lo anterior apunta a que la amistad nos permite un punto de vista más dimensional para vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea; ayudándonos, por lo tanto, a atisbar algunas pistas sobre el significado de la vida. A continuación Pigliucci nos remonta de nuevo a Aristóteles, compartiendo dos conceptos por lo demás encantadores: los espejos y la eudaimonia. Los primeros son la metáfora perfecta de las relaciones del humano con el mundo, la segunda, la eudaimonia, es un concepto griego que define la “alegría” como un demonio que nos posee, e implica en su definición que la felicidad es siempre una visita, nunca una permanencia; idea que habla claramente de la amistad como un medio intermitente y confiable para ser “poseídos” por ese bello demonio.

La opinión de Aristóteles era que los amigos sostienen un espejo el uno al otro; mediante ese espejo pueden ver al otro en maneras que de otra manera no sería accesible para ellos, y es este espejeo (recíproco) el que los ayuda a mejorarse como personas. Los amigos, entonces, comparten un concepto similar de eudaimonia [griego para “tener un buen demonio”, a menudo traducido como “alegría”] y se ayudan el uno al otro a obtenerlo. Así que no sólo es que los amigos son instrumentalmente buenos porque enriquecen nuestra vida, sino que son una parte integral de lo que significa vivir una buena vida, de acuerdo con Aristóteles y otros antiguos filósofos (como Epicúreo). Por supuesto, otra razón para valorar la idea de la amistad es su dimensión social. En palabras de la filósofa Elizabeth Tefler, la amistad proporciona “un grado y un tipo de consideración por el bienestar de otros que no puede existir afuera".


Fuente: FAENA

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